“San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su trabajo remedió las necesidades de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en este día, en el que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo”.
“San José es patrono de los padres de familia, de los carpinteros, de los moribundos, además de todos los trabajadores. En la figura silenciosa y fiel de San José "se reconoce la dignidad del trabajo humano, como deber y perfeccionamiento del hombre, ejercicio benéfico de su dominio sobre la creación, servicio de la comunidad, prolongación de la obra del Creador, contribución al plan de la salvación" (cfr. Conc. Vat. II, Gaudium et spes, 34)”.
San José fue el esposo de María, padre putativo de Jesús y un trabajador humilde y honesto y, por tanto, conocido por ser el Santo patrono de los trabajadores. Debido a esto, la Iglesia le celebra una segunda fiesta el 1 de mayo, como el día de San José Obrero. Además, San José también comparte otros patronatos, es el patrono de los Padres, carpinteros, trabajadores, del buen Morir, de los Tesoreros y de los Abogados.
Pío XII (1955) instituyó esta memoria litúrgica en el contexto de la fiesta de los trabajadores, universalmente celebrada el 1 de mayo. (Misal Romano)
Se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos.
La fiesta litúrgica de San José obrero es bastante moderna. Fue el Siervo de Dios, Papa Pio XII, quien la instituyó y anunció con un discurso ante un grupo de obreros reunidos en la plaza de San Pedro, el día 1 de mayo de 1955. Aquel día se celebraba ya el Día Internacional de los trabajadores, instituido desde la segunda Internacional socialista, celebrada en París en 1890, y se tomó en recuerdo de la famosa huelga que había tenido lugar ese mismo día pero cuatro años antes en Chicago, en la que los trabajadores norteamericanos reivindicaban la jornada laboral de ocho horas. Sus reivindicaciones dieron lugar pocos días después a la sangrienta Revuelta del Haymarket, que terminó con varios de sus participantes condenados a muerte.
El patronazgo de San José como modelo de trabajador manual, más allá del hecho de servir como causa ejemplar para todos los trabajadores del mundo, tenía el deseo por parte del Santo Padre de poner en manos del Santo Patriarca todo ese mundo que parecía haberse convertido en aquel tiempo en un espacio donde Dios no hacía acto de presencia. De este modo, Pio XII no hacía sino dar un paso más, de carácter en este caso litúrgico, en el deseo de que el Magisterio social de la Iglesia −ya por entonces con un largo recorrido− dé al mundo del trabajo un horizonte de sentido que siempre habrá de necesitar. Mucho más en aquellos tiempos en los que tanto la ideología marxista (en pleno apogeo) como el capitalismo, hacían del trabajo un fin y del trabajador un elemento más de la cadena productiva, con todas las injusticias que conlleva esa concepción del trabajo.
La fiesta de San José Obrero fue establecida en el calendario el día primero de mayo por el Papa Pío XII en 1955 con el fin de cristianizar el concepto de trabajo y dar a todos los trabajadores un modelo y un protector.
El Papa Pío XII expresó la esperanza de que esta fiesta acentuaría la dignidad del trabajo y traería una dimensión espiritual a todos los trabajadores que incansablemente dedicaban su tiempo y esfuerzo a llevar el sustento a sus hogares.
En verdad, era realmente necesario que San José, un hombre justo y trabajador, protector, fiel, cumplidor, que además se convirtió en el padre adoptivo de Jesús y es patrono de la Iglesia universal, sea honrado en este día como el Santo Patrono de todos los trabajadores.
Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso.
San Jeremías profeta
El nombre Jeremías significa: "Dios me eleva".
Jeremías pertenece al grupo de los Profetas Mayores (Estos son Isaías y Jeremías, Ezequiel y Daniel). Los que redactaron escritos más largos.
Festividad de San Jeremía.
Composición de Manuel Cuerpo Rocha
“Conmemoración de san Jeremías, profeta, que vivió en tiempo de Joaquim y Sedecías, reyes de Judá. Profetizó la ruina de la Ciudad Santa y la deportación del pueblo, sufriendo muchas persecuciones a causa de ello, por lo que la Iglesia lo considera figura de Cristo sufriente. Predijo, además, que la nueva y eterna Alianza alcanzaría su plenitud en el mismo Cristo Jesús; más aún, que, por medio de él, Dios Padre todopoderoso escribiría su ley en el corazón de los hijos de Israel, a fin de que Él mismo fuese su Dios y ellos fuesen su pueblo”.
Jeremías, Miguel Ángel, 1509.
Jeremías es el menos ignorado entre todos los profetas de Israel. Hijo del sacerdote Helcías, nació en Anatot, a 4 km. al norte de Jerusalén, y fue destinado por Dios desde el seno materno para el cargo de Profeta. Empezó a ejercer su altísima misión en el décimotercio año del rey Josías (638-608), es decir, en 625. Durante más de 40 años, bajo los reyes Josías, Joacaz, Joakim, Joaquín (Jeconías) y Sedecías siguió amonestando y consolando a su pueblo, hasta que la ciudad impenitente cayó en poder de los babilonios (587 a. C.).
Los primeros 17 años profetizó solo por medio de la palabra hablada. Después empezó a dictar sus profecías a su secretario Baruc, y lo que le dictó son los 52 capítulos del Libro de Jeremías en la Biblia (unas 70 páginas).
La mayoría de sus profecías fueron escritas en rollos por el escriba Baruc, hijo de Nerías quien le acompañó en una buena parte de su misión.
Es autor del volumen de la Biblia conocido como el Libro de Jeremías. Se le atribuye a él la autoría de los libros de los Reyes y del Libro de las Lamentaciones. La labor de Jeremías el profeta fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y, principalmente, a los reyes Josías, Joacim (también llamado Joaquim), Joaquín y Sedecías (también llamado Sedequías), debido al castigo impuesto por Yahvéh de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Dios. Su vida, como profeta, se caracterizó por soportar con una inquebrantable entereza los múltiples apremios y acusaciones que sufrió a manos de estos reyes y de los principales de Israel, desde azotes hasta ser abandonado en estanques o arrojado a las mazmorras.
Con sus profecías sobre la invasión de los "pueblos del norte" (Babilonia) desafió la política y el paganismo de los reyes de Judea, Joaquim y Sedecías y anunció el castigo de Yahvéh por la violencia y corrupción social, que rompían la alianza con Dios: Hablan de paz, pero no hay paz, escribió.
Según Jeremías, la primera versión de su libro profético fue destruida a fuego por el rey Joaquim, bajo cuyo gobierno el profeta vivió en continuo peligro de muerte. La persecución contra Jeremías se acrecentó bajo el mandato de Sedecías. Este, a pesar de reconocerlo como portador de la palabra de Dios, lo trató con crueldad y lo acusó de espía de los babilonios, consecuencia de proclamar que Juda sería destruida si no se arrepentía de sus pecados y de no retomar la alianza con Yavhé. Jeremías llegó a lamentarse por su destino, pero finalmente decidió continuar su misión profética.
Jeremías llamó a liberar a los esclavos como muestra de conversión. En principio, su llamamiento fue acatado, aunque luego los amos volvieron a privar de la libertad a los que habían sido liberados. Esta actitud fue considerada por el profeta como el sello del destino que sobrevendría al reino Judá, de Sedequías y de Jerusalén. El anuncio de la derrota de Judea fue acompañado, además, por la profecía sobre la futura destrucción de Babilonia, y la instauración de la Nueva Alianza.
En el año 587 a. C. Nabucodonosor derrotó a los judíos, llevó cautivos a los notables, esclavizó a miles de personas, ejecutó a los hijos del rey en su presencia y luego le arrancó los ojos y lo llevó cautivo a Babilonia. En esa incursión, los babilonios destruyeron el Templo de Jerusalén. Únicamente los pobres fueron respetados y Jeremías se retiró a Mizpah y luego a Egipto. Nabucodonosor además protegió a Jeremías sacándolo de la prisión de Ramá (Belén) donde estaba encadenado junto a los principales cautivos de Jerusalén y Judá para que viviera entre los caldeos, este hecho lo llevó a ser tratado como un traidor y espía de los babilonios. Muchos judíos huyeron a Egipto y fueron también parte de las profecías de Jeremías.
Los otros hechos en la vida de Jeremías están narradas en los Paralipómenos de Jeremías6 escritos por el Pseudo-Baruc.
Fuentes:
Viñeta de humor.
Día del Trabajo y reivindicación de los trabajadores.
Refraneando que es gerundio:
“San Lorenzo y Santa Paciencia, ¡ qué dos Santos para Huesca! “.
“Primer día de mayo, corre el lobo y el verano”.
“Mayo arreglado, no frío ni acalorado; ni muy seco ni muy mojado”.
“¡Bienvenido sea mayo, el mejor mes del año!”.